Rayo de sol

Category:

By

/

3 minutos

read

Se ha escapado de la tarde un rayo de sol, parecía una aurora tardía pero la mañana temprana la dejó enfrascada de alcohol, rayo, rayo, rayo, rayito ungido en besos de sol. La tarde es una realidad que tardó, una risa musical que parece tan mía…, una cuestión añeja entre el sí del empaque y el peliagudo no. La tarde de la que brotó calostro primero, después leche, leche, leche madrera, con este rayo de sol ebrio de total primavera. Las flores son una cenefa, yo con flores amaría, pero lo que jamás perdono yo es una sonrisa con corsé y menester de habladuría, saborear una cerveza de malta fría, y un verano sin la saliva de la tentación, vestirme e intuirme de blanco color, y liberarme de esta inmensa calor que palidece de asimetría. Se apresuraba la tarde para ver deshacerse el terrón, un terrón de azuquita en el café, y un dulce empeño de ensueño y bembé. Pájaro azul, pájaro que vuela escapando del polvo blancuzco de arroz, pájaro que vino a tocar la trompeta, la marimba y el trombón entre un Dios de mecano y un diablo que resucita noche y día, mudó de la muerte sin camisón, mudó porque la noche era y siempre ha sido entre longeva y antiquísima ría. Se hizo súcubo del silencio sin voz, de la cara angelical, de la seductora persuasión y de la armonía. Se hizo esclavo del sonido y el temblor. Escribo, sobrevivo y aprendo, escucho, y al dictamen renuncio, como un Adán sin paraíso, como un niño sin ilusión, como una inocente amante sin ñoñería. No necesito del rayo de sol que de tarde en tarde se emancipó. ¿Por qué dura tan poco el fuel y el fandango es cruel? ¿Por qué seducir es cortejo endiablado? ¿cómo pecar creyendo que el amor es una tontería? Amor, amor desatado, amor hermoso, como el amor De Dios, el amor de una madre con el nombre de su hijo en sus labios, de rímel con púrpura y negrería. Se sabe que está ahí con un sonajero de semilla entre canción y arrullo, entre murmullo y melancolía, de la tarde tan tarde que su flor se me abrió. Recuerdo que con piel de chivo pagó el chivo que rompió el tambor. Échale semilla a la maraca, échale semilla para que suene. Los negros son de un marrón bailongo y guasón, desde el bovino tirabuzón, los colores saben a fruta e infancia y algarabía, la sombra que nos sospecha en las noches cobalto, y si cojeas te gritarán con la negación, te darán el alto, se marchitará el canto del gris gorrión, te inflarán en el entreacto, y en el dolor serás otro sol borracho como preámbulo del sabio anciano que respira tu dinastía, y un rey en Harlem serás, aunque legítimo en Guinea, Namibia o Etiopía.

Deja un comentario