Todos menos yo

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En la página rota de mi vocabulario hay ciento de palabras rotas, un rumor a gritos de legionario, una voz interior que se repite, un escapulario del Señor de los Milagros, un reloj de cuerda que se derrite, una misa y una gitanilla llamada Rosario. No es el rosario de la Aurora, pues yo como y duermo a deshora, cuando la directiva me lo permite, otro Capplannetta poeta que de puro miedo se atora, un reguero de sangre de mi boca saliera si en lugar de camisas de vivo color me condenaran a la asquerosa toga, y mi voz contra los miedos y pecados me dieran, por amor De Dios me dieran, pues yo no juzgo y quisiera hacer conjunto. Irán todos menos yo. Dios lo quiera que todo transcurra con normalidad, a la hora punta, en un edificio modernista y no sin la presencia sin puesta en escena, barullo musical, o cohetes de verbena, o la imprudencia de ser autostopista. Irán los amigos de Vitruvio, Pedro, Pablo, y etcétera, desde Madrid vendrán los que se irán después de cena, y después a un bareto musical, ay, si mi voluntad fuera una anudada cuerda que aprieta, pero que no ahoga, entre tanto talento, tanto poeta, a tanto rapsoda con palabra y con dinero, y no cómo yo, que soy mojama e hilo que nadie enhebra, y un problema del secreto. Lo consultaré con mi doctor, pues mi almohada ya está harta de tanto lloriqueo que en el deambular de este verso titubeo. Cuando digo año quise decir siglo, cuando digo coño digo higo, cuando digo daño digo “lo permito”. Éstas son mis contrariedades en esta jaula de oro que estando solito mis condolencias que trasmito, y a mi conciencia le remito, espero en el desierto, como un cactus que sobrevive yo suscribo y las espinas no son un higo chumbo, son un contacto chungo entre lo que soy y antes he sido. Entre lo que trago y lo mastico. Entre mi ceguera y lo nunca visto.

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